Discurso del señor Jacques Chirac, Presidente de la República Francesa Con motivo de la ceremonia de felicitación de Año Nuevo

Palais de l'Elysée - du 5 janvier au 13 janvier 2004

Discurso del señor Jacques Chirac,
Presidente de la República Francesa
Con motivo de la ceremonia de felicitación de Año Nuevo
del cuerpo diplomático
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Palacio del Elíseo
Jueves 8 de enero de 2004 a las 17 horas

Señor Primer Ministro,
Señoras y señores Ministros,
Señor Secretario General de la Francofonía, Estimado Presidente Abou DIOUF,
Señoras y señores Embajadores,
Señoras y señores,
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Excelentísimo Nuncio:
Quisiera dar testimonio de mi gratitud y decirle que me siento profundamente conmovido por sus amables palabras, así como de mi reconocimiento por las sabias observaciones que planteó a nuestra reflexión. Al concluir este Año Jubilar, quiero expresarle mis mejores y más sinceros deseos y, por su conducto, saludar con toda deferencia a Su Santidad el Papa Juan Pablo II y hacerle llegar los mejores deseos del pueblo francés.
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Permítanme presentar asimismo mis sinceras condolencias al Señor Embajador de Irán, y expresar la solidaridad del pueblo francés ante la terrible tragedia que arrasó la ciudad y la región de Bam. Los franceses, al igual que la comunidad internacional, se movilizaron en un impulso solidario con respecto a las poblaciones damnificadas. Estaremos junto a Irán a fin de ayudarle a superar lo antes posible esta dramática catástrofe.
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El año que llegó a su término estuvo marcado por varias pruebas. Ante la perspectiva de recurrir a la fuerza sin el aval de las Naciones Unidas, las opiniones públicas del mundo entero se movilizaron y la comunidad internacional se dividió. Todos vivimos con pena y preocupación la continuación de las mortíferas violencias en Irak. La crisis desatada, cuya solución es indisociable de la resolución del conflicto de Oriente Próximo, no ha terminado de desplegar sus efectos.
En otras regiones, graves tensiones, como las existentes en Corea del Norte y en Irán, y guerras civiles, como en el caso de África, han puesto en peligro la paz y la seguridad. La unidad de la comunidad internacional hizo posible una acción eficaz a costa de un esfuerzo importante y de un firme compromiso político y en ocasiones militar.
Sin embargo, este año fue asimismo portador de esperanza.
Esperanza de un diálogo responsable para dominar los desafíos de nuestra época: la mundialización, la lucha contra la pobreza, contra el terrorismo y contra la proliferación. Y éste fue precisamente el espíritu imperante en Evian.
Esperanza de una movilización mayor en favor de África con la ampliación del número de países asociados a la NEPAD.
Esperanza de una reforma de la ONU, piedra angular de un orden internacional de paz y de prosperidad.
Esperanza de un progreso en la lucha contra la proliferación, gracias a las positivas evoluciones que se observan en Irán y en Libia.
Esperanza de un diálogo de culturas renovado, con el regreso de Estados Unidos a la UNESCO y la voluntad de elaborar un derecho de la diversidad cultural.
Y, finalmente, esperanza para Europa que ve realizarse la tan esperada ampliación y que, pese a los obstáculos que ha de superar, se ha comprometido con empeño en la paciente elaboración de una Constitución.
Por lo tanto, personalmente abordo 2004 con confianza. Un año dedicado a la renovación del multilateralismo, la construcción de una Europa unida y, desde luego, un año consagrado a reducir las amenazas contra la paz.
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Ahora sabemos que el enfrentamiento entre bloques era una máscara que ocultaba la complejidad del mundo. Una vez desgarrada dicha máscara, redescubrimos la diversidad de los pueblos, de sus culturas y de sus aspiraciones. A la vez, adquirimos conciencia de destino común que nos obliga a encontrar las vías de una responsabilidad compartida.
La fuerza militar, que en otra época fuera un argumento ordinario de las potencias, conserva en determinadas condiciones su legitimidad. Sin embargo, ha dejado de ser suficiente para conjurar las nuevas amenazas a la seguridad internacional. Ya que el resentimiento de los pueblos, un terreno fértil para todo tipo de violencias, se nutre de los conflictos no resueltos y de la perpetuación de denegaciones de derecho. Se nutre asimismo de la pobreza, del saqueo de los recursos naturales y de la pérdida de identidad. Se aguza en un mundo en el que cada cual puede saber, instantáneamente, lo que sucede en la casa vecina o en el otro extremo del planeta, y comparar.
Cada vez más, el mundo multipolar se convierte en una realidad. En unas cuantas generaciones, naciones enteras lograron liberarse de la pobreza para lanzarse a la conquista de la prosperidad y de la potencia económica. Éstas se agrupan en conjuntos regionales tales como MERCOSUR o ASEAN; acceden a la modernidad, como en el caso de China que recientemente envió a su primer hombre al espacio, o bien de la India que está conquistando un lugar eminente en la sociedad de la información. Este movimiento se acentúa y nos dirigimos hacia un mundo en el cual la influencia política, económica y cultural será crecientemente compartida. Pongamos cuidado en que las relaciones entre estos polos, constituidos por países o grupos de países con influencia mundial, no deriven hacia la rivalidad, el enfrentamiento y, consecuentemente, el caos. Por el contrario, nuestra responsabilidad hoy consiste en fomentar que dichas relaciones se organicen en un nuevo multilateralismo regulado por el derecho, en el cual predomine la búsqueda de relaciones armoniosas y pacíficas.
2004 debe ser el año de la renovación de las Naciones Unidas. Los Estados habrán de prepararse para tomar decisiones desde la próxima Asamblea General, sobre la base de las propuestas de los sabios que el Secretario General eligió. Por mi parte, el pasado mes de septiembre en Nueva York, presenté las propuestas de Francia orientadas a una organización más eficaz y más conforme con respecto a las realidades del mundo.
El fracaso de Cancún puso de manifiesto que la reforma del sistema multilateral también habrá de incluir las normas del comercio internacional. Dado que se trata de la ronda del desarrollo, brindemos desde este año una respuesta a las necesidades de los países más pobres. Definamos un régimen particular para África que lo merece y lo necesita. Tratemos la emblemática cuestión del algodón planteada, con toda razón, por los mismos africanos. Este continente abandonado al margen de la mundialización habrá de encontrar por fin su lugar mediante intercambios creadores de crecimiento y de prosperidad.
Ante la extensión de los peligros ecológicos, es urgente establecer una gobernanza en materia medioambiental a escala mundial. Durante el pasado otoño, Francia presentó a sus interlocutores algunas propuestas para una Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y con el fin de favorecer el progreso de este proyecto, emprendió la tarea de reunir a un grupo de países decididos a avanzar dentro de la perspectiva de la próxima Asamblea General.
La persistencia de la miseria y las calamidades que la acompañan constituye una de las injusticias más escandalosas de nuestra época. Es inmoral y es peligroso. Personalmente, quisiera que los medios necesarios para responder a los compromisos del Milenio se incluyan en el orden del día de los Jefes de Estado o de Gobierno del G8 en Sea Island. Con el Presidente de Brasil y el Secretario General de las Naciones Unidas, el próximo 30 de enero en Ginebra, examinaremos la mejor forma de luchar contra el hambre en el mundo.
Este año, Francia adoptará las nuevas orientaciones que guiarán el aumento de su ayuda pública para el desarrollo. Una ayuda más centrada alrededor de prioridades claramente definidas: los objetivos del Milenio y el apoyo a la NEPAD. Una ayuda reequilibrada en cuanto a sus componentes multilateral, europeo y bilateral. Reequilibrada asimismo entre la ayuda-proyecto, la ayuda-programa y la asistencia técnica. Y, por último, una clarificación de las responsabilidades de los diferentes operadores.
A fin de movilizar recursos financieros suplementarios indispensables en favor del desarrollo, ya que sin duda alguna la ayuda pública seguirá siendo insuficiente, habrán de explorarse todas las pistas posibles. En la próxima primavera, Francia presentará a sus copartícipes las conclusiones del grupo de personalidades calificadas que reuní sobre las nuevas fuentes de financiación internacional y, en particular la imposición de los intercambios financieros. Junto con Gran Bretaña, Francia organizará asimismo en París una conferencia sobre la Facilidad Financiera Internacional, un mecanismo prometedor y que permitirá recurrir a los mercados financieros.
El mes de noviembre pasado, reunimos en París el nuevo Foro para la Asociación con África. En 2004, Francia desea que dicho foro imprima un impulso decisivo a los esfuerzos de este continente en pro de la paz, de la buena gobernanza, del crecimiento económico y del desarrollo humano. La Conferencia de Jefes de Estado de los países de la Cuenca del Níger, que tendremos el placer de recibir en París en el transcurso del mes de abril, estará inscrita en esta perspectiva.
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2004 será también el año de una Europa recuperada, con la adhesión de diez miembros en mayo; de una Europa renovada, gracias a las elecciones en junio del primer Parlamento de la Europa ampliada, a las cuales seguirá la instalación de la próxima Comisión en otoño.
El advenimiento de esta gran Europa, representa en primer lugar el arraigo de la paz y de la democracia en nuestro continente, objetivo esencial de este gran proyecto. Representa la promesa de un crecimiento más sostenido y una intensificación de los intercambios entre los pueblos. Representa asimismo la adopción por parte de los nuevos países miembros de las normas más elevadas en materia de seguridad alimentaria, marítima o nuclear, así como disciplinas reforzadas contra la criminalidad organizada y la inmigración clandestina.
Francia aborda con confianza la presente metamorfosis de Europa, esta nueva era de libertad, de seguridad y de prosperidad compartidas. El mes próximo viajaré a Hungría, un país ejemplar respecto de esta gran mutación que ya han realizado con éxito los países que hoy se reúnen con nosotros.
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Esta Europa nueva deberá asimismo ser una Europa en marcha que continúa su integración. Para funcionar eficazmente, para responder a las expectativas de los ciudadanos y para reafirmarse mejor en el mundo necesita una Constitución. El Tratado de Niza constituía una condición indispensable para permitir a la Unión ampliarse en los plazos previstos. Hoy, el desafío es de una naturaleza completamente diferente: adoptar un nuevo proyecto político para los pueblos europeos, un proyecto que encarne una visión y una ambición de Europa, y que constituya el marco de nuestra acción común para las décadas venideras.
Para actuar y avanzar, esta Europa requiere mayorías claras y legítimas. Europa se edifica sobre la base de las solidaridades y no de las capacidades de bloqueo. Esta exigencia supone asimismo una Comisión capaz de continuar representando el interés general europeo y un Consejo que pueda librarse, tanto como sea posible, de los riesgos de parálisis que puede implicar la regla de la unanimidad entre 25.
Esta ambición es la propuesta por la Convención y múltiples países la comparten, incluso entre aquellos que se reunirán con nosotros el próximo mes de mayo. El mes pasado, en Bruselas, nos vimos obligados a concedernos un plazo suplementario para la continuación de los trabajos de la Conferencia Intergubernamental. Este período de reflexión no debe ser un período de inacción. Confío plenamente en que la Presidencia irlandesa nos presentará una evaluación justa de la situación con ocasión del Consejo Europeo del próximo mes de marzo, a fin de que todos juntos logremos un acuerdo sobre el Tratado Constitucional. Francia le proporcionará todo su apoyo.
También sabemos que en el seno de la Europa de 25, y muy pronto de 27 y más, no todos podrán avanzar al mismo paso. Los más indecisos no deben frenar a aquellos que están determinados a ir más rápido y más lejos. Naturalmente, Alemania y Francia estarán en el núcleo mismo de estos grupos pioneros. Y, por mi parte, formulo el voto de que podamos avanzar en este camino con los otros países fundadores, mas asimismo con Gran Bretaña y todos aquellos, antiguos y nuevos países miembros, que quieren otorgar un suplemento de alma y de fuerza a la Unión Europea.
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Los progresos realizados en el ámbito de la defensa reafirman nuestra convicción de que, primordialmente, Europa es una cuestión de voluntad política. Fue precisamente esta voluntad la que permitió el lanzamiento de las dos primeras operaciones militares de la Unión Europea en Macedonia y en la República Democrática del Congo. Una vez más, fue ella la que permitió desarrollar la capacidad de la Unión para planificar y dirigir operaciones autónomas, confortando simultáneamente su relación con la Alianza Atlántica que naturalmente sigue siendo el fundamento de nuestra defensa colectiva.
En la cumbre de la OTAN en Estambul, el próximo mes de junio, confirmaré la voluntad de Francia de asumir plenamente su lugar en la transformación de la Alianza, particularmente en la NRF, la fuerza de reacción de la OTAN, de la que quiero señalar ella será uno de los principales y primeros contribuidores. Me permito recordar también que una alianza nunca es más fuerte que cuando respeta las posiciones de cada uno de sus miembros.
El sexagésimo aniversario del Desembarco en Normandía, uno de los eventos fundadores del vínculo trasatlántico, constituirá una oportunidad para celebrar esta comunidad de valores que une a las democracias y trasciende las rivalidades de ayer. Este es el motivo por el cual me siento sumamente complacido de que el Canciller Federal alemán haya aceptado mi invitación para participar en este evento. Igualmente, con fidelidad hacia dichos valores, en Londres y en París, celebraremos este año el centenario de la Entente Cordial.
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Reducir las amenazas contra la paz, implica en primer lugar ocuparse de los conflictos no resueltos.
El año 2003 ha quebrantado un poco más la estabilidad en Medio Oriente. Ahora bien, en esta cuna de civilizaciones es donde se juega, en gran parte, el porvenir de todos nosotros.
En Irak, la intervención militar puso fin a un régimen detestable. La captura de Sadam HUSEIN cerró el capítulo de esta dictadura. Sin embargo ¿quién ignora las reacciones en cadena que provocó esta intervención? Hoy, miremos hacia el futuro. Nuestro objetivo común es la instauración de un Irak soberano, estable, próspero, democrático y que viva dentro de sus fronteras en paz con sus vecinos, ése es el objetivo.
El logro de este objetivo exigirá, de parte de todos, gran lucidez, valor y determinación. Ganaremos o perderemos todos juntos. No podrá existir solución alguna que no implique una transferencia tan rápida como sea posible de la soberanía a los propios iraquíes, ya que el sentimiento de ocupación genera siempre, en cualquier época y en cualquier lugar, las mismas reacciones. La firme implicación de la comunidad internacional, a través de las Naciones Unidas, resulta indispensable: ella será la que conferirá su plena legitimidad al proceso de transición que se instaura y que permitirá emprender el esfuerzo de reconstrucción política y económica del país sobre bases sólidas.
Con este ánimo, naturalmente Francia está dispuesta a contribuir a la acción colectiva en favor de Irak, a petición de los propios iraquíes, como respuesta a las necesidades de la población y dentro de la perspectiva de establecimiento de un gobierno plenamente soberano.
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Seamos también lúcidos en Oriente Próximo: los progresos de la paz, de la seguridad y de la democracia en toda la región implican necesariamente la solución de esta cuestión, sobre bases justas y duraderas.
Que las partes den prueba de audacia y de valor, como aquellos demostrados por los promotores de la Iniciativa de Ginebra. Evidentemente, existe una vía diferente a la del terrorismo, la violencia y la negación del otro, a su destrucción o su humillación.
Que la comunidad internacional cumpla con su deber. Que a través del Cuarteto demuestre su voluntad de ver materializados en la realidad los principios que ella misma enunció. Que muestre su determinación reuniendo una conferencia internacional que permita comprometer nuevamente a las partes en una dinámica de negociación, sobre la base de la Hoja de Ruta. Que instaure por fin ese mecanismo de supervisión, preludio de una verdadera presencia internacional, sin el cual no se realizará progreso alguno. Francia está dispuesta a todo ello.
Hoy más que nunca, en Oriente Próximo el tiempo apremia. El resentimiento, el odio y la incomprensión crecen. Se está elevando un muro que más que separar, divide. Intentar ganar tiempo, implica prolongar el sufrimiento de los pueblos. Después de tantos años y tantas desgracias, 2004 ha de marcar una etapa decisiva con miras a la existencia, desde 2005, de dos Estados que vivan juntos en paz y en seguridad.
Para cumplir todas sus promesas, este proceso deberá desde luego ser global y extenderse a la paz entre Israel y sus otros vecinos: Siria y Líbano. Ustedes conocen también el apego de Francia por la restauración de la soberanía plena e íntegra de Líbano. Nuestro deseo es que en 2004 todas las partes implicadas logren progresos significativos en este sentido.
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Otra necesidad, igualmente imperiosa, es la de llevar la paz civil a los países y regiones de África víctimas de crisis. Francia se ha comprometido firmemente en apoyar todos los procesos de pacificación, de diálogo, de desarme y de reconstrucción. Lo hace en Costa de Marfil, donde pedimos a todas las partes la plena e íntegra aplicación de los Acuerdos de Marcoussis y donde hacemos un llamamiento para el despliegue de una fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas a fin de posibilitar el desarme completo. Con el mismo ánimo e idéntica convicción, apoyamos la transición en Centroáfrica.
Los cambios en la República Democrática del Congo y la perspectiva de una Conferencia regional de los Grandes Lagos nos brindan motivos de esperanza. Francia cumplirá con todos sus compromisos respecto de África.
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Más allá de las crisis inmediatas, reducir las amenazas contra la paz implica asimismo hacer frente al peligro de la proliferación de las armas de destrucción masiva.
En este esfuerzo colectivo, Europa desempeña un papel activo. Desde ahora, alemanes, británicos y franceses, en estrecha relación con sus colaboradores rusos y americanos, obligaron a Irán a esclarecer totalmente su programa nuclear y a iniciar una cooperación reforzada con el Organismo Internacional de Energía Atómica. Celebro complacido la reciente firma del Protocolo Adicional por parte de Irán. Desde luego, velaremos por el respeto de los compromisos adoptados, ya que constituyen la condición de la paz y permitirán el desarrollo energético de Irán en un clima de confianza recíproca.
Los compromisos adoptados por Libia con respecto a la renuncia a las armas de destrucción masiva contribuirán a la instauración de una nueva estabilidad en la región. Francia expresa su satisfacción al respecto y desea que la esperada solución del punto litigioso relativo al DC 10 de UTA permita a Libia integrarse plenamente en la dinámica de cooperación entre las dos orillas del Mediterráneo.
Del mismo modo, la solución pacífica de la cuestión norcoreana exige el éxito de los esfuerzos desarrollados, por iniciativa de China, a fin de convencer Pyongyang para que acepte una suspensión completa, irreversible y verificable de sus actividades nucleares militares.
Todos estos cambios positivos hacen más que nunca indispensable para cada Estado el suscribir a las reglas internacionales de no-proliferación y respetar los compromisos adoptados, salvo que se excluya de la comunidad internacional. Asimismo, hacen más que nunca indispensable corregir las lagunas y fallas del dispositivo de contraproliferación. Otorguémosle mayor coherencia, fuerza y legitimidad. Aprovechemos el consenso creciente de la comunidad internacional para adoptar un Plan de Acción de las Naciones Unidas contra la proliferación. Llegado el momento, convoquemos una cumbre extraordinaria del Consejo de Seguridad con miras a imprimir un fuerte impulso a su ejecución.
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Promover la paz, es finalmente construir nuevas solidaridades entre los grandes polos del mundo.
Rusia, ahora el primer vecino de la Unión, eligió la democracia y las reformas. Hemos de dar vida a los cuatro espacios comunes definidos en San Petersburgo. Quisiera que trabajemos conjuntamente, muy en particular sobre la circulación de personas y sobre la energía. La cooperación fuerte y confiada entre Rusia y la Unión Europea constituye un elemento indispensable para la estabilidad del mundo.
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Nuestros vecinos de la orilla Sur del Mediterráneo deben gozar de un trato privilegiado en sus relaciones con Europa, tal como lo recordé durante mis recientes viajes a Argelia, a Marruecos y a Túnez. Francia formuló propuestas sobre la reactivación de la relación euromediterránea y está sumamente atenta al respecto.
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En Asia, intensificaremos nuestras consultas estratégicas con India y Japón, y haré una visita a Hanoi con motivo de la quinta Cumbre de la ASEM. La próxima visita de Estado del Presidente HU Jintao, momento de gran importancia dentro del brillante Año de China en Francia y de la celebración del cuadragésimo aniversario del establecimiento de nuestras relaciones diplomáticas, constituirá para mí la ocasión de expresar mi satisfacción por la vitalidad y el extraordinario potencial de las relaciones entre Europa y ese polo mayor del mundo del mañana que es China.
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Finalmente, Francia tiene un particular apego por la solidaridad francófona que une a pueblos de todos los continentes alrededor de una lengua y una historia, y de valores asimismo compartidos. Nuestra cumbre de Uagadugu, a la cual concedo la mayor importancia, permitirá promover esta solidaridad al servicio de la diversidad cultural y del desarrollo sostenible.
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Excelentísimo Nuncio,
Señoras y señores Embajadores,
Los principios de cordura afirmados en San Francisco al lograr librarse de los sufrimientos y de los estragos de la segunda Guerra Mundial, siguen siendo plenamente pertinentes. Fundaron la legitimidad del orden internacional sobre la base de valores universales y normas comunes. Fieles a dichos principios y a los ideales de paz y progreso que inspiran a Francia, corresponde hoy a los Estados imprimir un nuevo impulso a la construcción de un nuevo orden internacional. Que este 2004, año del bicentenario del nacimiento de Victor Schoelcher, año del bicentenario de la independencia de Haití, año elegido por la UNESCO para la conmemoración de la lucha contra la esclavitud y de su abolición, sea el año de nuevos progresos para la dignidad del Hombre.
Éste es el mensaje que, unido a mis mejores y más calurosos deseos personales, les pido transmitan a sus Jefes de Estado y de Gobierno, y a todos los pueblos que Ustedes representan tan bien aquí. Quiero dirigir también mis más sinceros deseos de dicha y prosperidad a cada uno y cada una de Ustedes.
Muchas gracias.