Tribuna del Presidente de la República francesa, Jacques CHIRAC
Fuerza y solidaridad : responder a las expectativas de los europeos.
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Miércoles 26 de octubre de 2005
El pasado 29 de mayo, el voto del pueblo francés puso de manifiesto una profunda crisis de confianza en el proyecto europeo. Una crisis que barre todo el continente. Para frenarla, debemos recuperar el espíritu europeo y encontrar la fuerza para dar un nuevo impulso al proyecto. Y es que, a menos que quiera abdicar del control de su destino, Europa no puede detenerse cuando el resto del mundo aprieta el paso.
Estoy seguro de que con el rechazo del tratado constitucional los franceses no querían renegar de medio siglo de compromiso europeo. Pero sí manifestar su descontento e inquietudes frente a una Europa que no consigue darles tranquilidad sobre su situación actual ni confianza en el futuro.
Para responder a sus expectativas debemos fijar con determinación el rumbo de una Europa poderosa, capaz de valorizar y multiplicar sus bazas y de abrir nuevos horizontes para su juventud. Una Europa del crecimiento y del empleo que nos haga más fuertes y que nos proteja.
Actuar con fidelidad a la herencia humanista, núcleo de la identidad europea
Por las venas de Europa corre la historia de nuestras guerras y reconciliaciones, el recuerdo de nuestros combates por la libertad y el progreso social. El modelo de Europa es la economía social de mercado. Su contrato es la alianza de la libertad y de la solidaridad; es el poder público garante del interés general. La dignidad humana es central en su proyecto de sociedad. Renunciar a este ideal sería traicionar la herencia europea. Por eso, Francia jamás aceptará ver a Europa reducida a un mero espacio de librecambio. Por eso debemos reactivar el proyecto de una Europa política y social, basada en el principio de solidaridad.
Fortalecer la Europa de los proyectos, en favor del crecimiento, el empleo y la seguridad
Nuestros países se encuentran confrontados a grandes retos económicos y sociales: desaceleración económica, endurecimiento de la competencia internacional, problema demográfico, cambio climático e incremento del precio del crudo y auge de la presión migratoria. Entre la ilusión del repliegue sobre sí misma y el deseo desenfrenado de abrirse plenamente a la globalización, Europa, unida y bien agrupada, constituye un marco de acción irremplazable para plantarles cara. Tiene la masa crítica para medirse con los gigantes mundiales. Nuestros conciudadanos esperan de ella que aporte respuestas equiparables a los retos que los afectan directamente. Debemos aprovechar las oportunidades que nos ofrecen las próximas tres citas europeas para volver a configurar una acción europea organizada.
Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión se reunirán mañana en Hampton Court con un objetivo muy sencillo: devolver a Europa el dinamismo y la capacidad de compromiso que la hacen tan fuerte. Y es que tiene todo lo necesario para ocupar los primeros puestos de la economía mundial. Pero frente a la competencia internacional, debe moverse deprisa. Debe fortalecer la innovación y la investigación pues son los ámbitos en los que se centrarán la competitividad y los empleos del día de mañana. Alemania y Francia han lanzado grandes programas en sectores de futuro como biotecnología, tecnología de la información y nanotecnología. Propongo que extendamos esta acción a toda Europa.
Para ello, necesitamos encontrar medios: en primer lugar, de los Estados miembros y de los presupuestos comunitarios. Pero también debemos encontrar márgenes de maniobra. Francia propone movilizar al Banco Europeo de Inversiones para multiplicar la capacidad de investigación de la Unión. Podríamos crear con él un instrumento dotado de diez mil millones de euros que, ayudado por el efecto de palanca de la cofinanciación pública y privada, permitiría invertir en los proyectos de investigación e innovación treinta mil millones de euros suplementarios de aquí a 2013.
Nuestra respuesta a las consecuencias sociales de la globalización debe ser más contundente. Si algunas grandes empresas conciben su estrategia a escala mundial movidas únicamente por la rentabilidad financiera a corto plazo y toman la decisión de, por ejemplo deslocalizar, algo que afecta al empleo en toda la Unión, nuestra acción será más fuerte si es conjunta. De ahí que Francia quisiera que la Comisión tomara la iniciativa de una concertación europea en esos supuestos y que apoye el principio de un "fondo parachoques" presentado por el presidente Barroso.
Está comenzado una nueva era, la del petróleo caro. El día de mañana, llegará la era post-petróleo. Pero también es la era de la lucha contra el calentamiento del planeta. Al margen de la aplicación del Protocolo de Kioto, la Unión debe unirse para concebir la necesaria revolución de nuestros modos de vida y de producción. Esto supone diversificar, asegurar y modernizar los suministros energéticos. Supone revolucionar los transportes, la producción industrial, el hábitat y el urbanismo. Es un gran proyecto movilizador para Europa al que debemos dar absoluta prioridad en el esfuerzo de investigación, las políticas de equipamiento o las prácticas fiscales. A principios del año que viene, Francia presentará a sus socios un memorando sobre todos estos envites.
Si está bien organizado, el crecimiento del comercio internacional beneficia a nuestras economías. Europa debe defender sus intereses en la OMC. Al reformar la PAC, la Unión, que es el primer importador del mundo de productos agrícolas procedentes de los países en desarrollo, ha demostrado cuánto ansía el éxito. Ya es hora de que sus socios formulen propuestas equivalentes, en pro del equilibrio y la reciprocidad, tanto en materia agrícola como industrial y de los servicios.
El mundo se enfrenta a un incremento de la presión migratoria. Ceuta y Melilla, Lampedusa o Mayotte, demuestran que Europa está en primera fila. Debe construir su respuesta sobre una visión de conjunto que integre seguridad y desarrollo y que respete en todo momento la dignidad humana.
Es crucial reforzar el control en las fronteras de la Unión y sellar acuerdos de readmisión eficaces para garantizar el regreso de los inmigrantes ilegales a sus países de origen. Pero con esto no basta. Lo que está sucediendo es el resultado del creciente, y cada vez más indignante, abismo entre países ricos y países pobres. Los que deciden marcharse seguro que se quedarían si en sus países tuviesen condiciones de vida decentes. Por eso, por iniciativa de Francia, Europa está aumentando considerablemente su ayuda al desarrollo. Ahora debe elaborar, en colaboración con los países del África subsahariana y del Maghreb, un enfoque concertado, asumiendo una responsabilidad compartida. Debemos atribuir a los proyecto de codesarrollo medios suficientes para que puedan salir adelante destinándoles, por ejemplo, financiaciones innovadoras a escala europea.
Dotar a Europa de los recursos que necesita
La segunda cita es el Consejo Europeo de diciembre. Si queremos restablecer la confianza en el buen funcionamiento de la Unión, tendremos que alcanzar un acuerdo sobre los presupuestos europeos para el período 2007/2013. Lo que está en juego es conseguir que la reunificación europea sea un éxito. Y, si cada uno de nosotros pone su granito de solidaridad y de responsabilidad, podremos lograrlo en diciembre. Francia ya ha participado activamente en la elaboración del acuerdo final que deberá respetar los compromisos existentes.
La cuestion institucional
El motor del Tratado de Niza no es lo suficientemente potente como para arrastrar a la Europa de los Veinticinco. Nadie puede negar que necesitamos instituciones más democráticas, más eficaces y más transparentes.
Bajo presidencia austriaca, haremos balance del estado del proceso de ratificación del tratado constitucional en los diferentes países de la Unión. Francia quiere preparar esa cita con sus socios, especialmente con el nuevo gobierno alemán.
Paralelamente, podríamos reflexionar sobre la mejora del funcionamiento de las instituciones en el marco de los Tratados existentes, especialmente en materia de gobernabilidad económica, de seguridad interior y de acción exterior y de defensa de la Unión.
En la misma línea, si bien Francia rechaza la idea de un directorio (porque la Unión necesita y debe respetar a todos) creo que es absolutamente esencial permitir a los Estados que deseen trabajar juntos, como complemento de las políticas comunes, que lo hagan. Dichos grupos pioneros, que ya propuse en 2000, deberían poder constituirse en torno a todos los países que lo deseen y que tengan los medios necesarios, y permanecer en todo momento abiertos a todos aquellos que deseen unirse a ellos. Es lo que hicimos con la moneda única, la libre circulación de personas en el espacio Schengen y algunas iniciativas de defensa. Dentro de esta perspectiva, los miembros de la eurozona deberán profundizar su integración política, económica y social.
La historia de Europa está salpicada de crisis que siempre ha superado para seguir progresando. Y esta vez volverá a hacerlo manteniéndose fiel a sus valores y a su modelo social. Es decir, aunando sus fuerzas y respetando la diversidad de sus naciones, pueblos y culturas. Esta es la obra a la que Francia desea contribuir plenamente junto a sus socios.
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